¿Navidad en peligro?
Se acerca la temporada navideña y el retail, en variadas latitudes, se prepara para recibir la mayor afluencia de compradores que suele experimentar en esta época del año.Esta vez, sin embargo, será más difícil llenar las estanterías y satisfacer la demanda asociada a la Navidad, cosa que preocupa a muchos, incluso al presidente Joe Biden.
Las naves, responsables de transportar cerca del 90% de los bienes que se transan globalmente, no pueden recalar en sus puertos de destino por encontrarse con una muy alta congestión. Actualmente, 584 naves portacontenedores se encuentran esperando fuera de los puertos del mundo para ser descargadas, lo que se traduce en una reducción significativa de la capacidad de la cadena de suministro global.
Si bien, la congestión portuaria no es el mayor problema que enfrentamos en Chile, también experimentaremos escasez fruto de la disrupción global y de su efecto en nuestro propio suministro.La pandemia, además de generar problemas como el descrito, como consecuencia de las cuarentenas, nos ha obligado a acelerar la adopción de herramientas digitales en diferentes ámbitos. Paradójicamente, esa misma transformación tecnológica puede ser la respuesta a la congestión y a otras dificultades propiciadas por un mundo crecientemente volátil e impredecible.
Lars Jensen, reconocido analista de la industria naviera, plantea que la principal causa de la congestión que se observa en la cadena de suministro es la acentuada volatilidad que se ha visto en la demanda por bienes a partir de comienzos del 2020, a lo que se sumaría un cambio de mix geográfico con Estados Unidos demandando un porcentaje de bienes materialmente mayor a su nivel histórico. El problema en Estados Unidos se ha visto notoriamente agravado porque sus puertos tienen una capacidad muy inferior a la necesaria producto de una infraestructura deficiente, presiones sindicales desproporcionadas y regulaciones cada vez más estrictas. Esto, a su vez, incentiva a quienes ponen las órdenes a levantar inventario generando una disrupción todavía mayor. A quienes hayan estudiado ingeniería industrial, lo anterior les recordará el “juego de la cerveza” difundido por el profesor Jay W. Forrester en MIT durante los 60.
Muchos nos educamos bajo conceptos como lean manufacturing o just in time, apuntando a la minimización de los recursos utilizados para la producción de bienes de una calidad predefinida.Lo anterior permite lograr mayores márgenes y maximizar el flujo de caja al optimizar la acumulación de inventario.
Siendo todavía principios plenamente vigentes, Toyota, precursor del modelo, lo actualizó para hacerlo más robusto frente a disrupciones como la que sufrió al enfrentar un terremoto grado 9 en 2011. La mejora consistió en introducir mayor flexibilidad a los procesos, recabar gran cantidad de datos e integrar a proveedores y distribuidores a través de sus sistemas. Así, estaría mejor preparada para hacer frente a nuevos episodios como los terremotos de 2016 y 2019, que la compañía pudo sortear con éxito.
En un informe publicado por el McKinsey Global Institute en agosto de 2020, se plantea que las corporaciones enfrentan episodios disruptivos que han aumentado en intensidad y frecuencia, tendencia que se prevé permanecerá. Cosas como desastres naturales derivados del cambio climático, desequilibrios geopolíticos y pandemias, han hecho que disrupciones que se prolongan por un mes o más ocurran, en promedio, cada 3,7 años. Ante tal desafío y proyectando los cambios puestos en práctica por Toyota después de 2011 a otros actores e industrias, se hace urgente implementar planes de transformación digital dentro de las empresas, poniendo el foco ya no en minimizar costos, como se ha hecho hasta ahora, sino en maximizar la flexibilidad y la agilidad.
Una cadena de suministro más resiliente no está necesariamente asociada a restringir la matriz de producción (por ejemplo, buscando proveedores locales) o a construir mayores stocks de seguridad. La robustez no tiene necesariamente como costo de oportunidad una menor eficiencia. La creciente digitalización de todas las actividades que nos rodean, los datos que éstas dejan en el camino y la cada vez mayor capacidad de procesamiento computacional, permiten que las compañías corran escenarios, evalúen trade-offs, distribuyan información y aumenten su velocidad de respuesta a niveles antes impensados.
Se suele destacar que la cuarta revolución industrial ha derribado muchas barreras de entrada y ha dejado obsoletas ventajas competitivas que explicaron el éxito de los lideres corporativos actuales. El aumento en el acceso a internet por parte de la población, la mejora acelerada de los dispositivos con que nos conectamos a la red y la creciente velocidad de transmisión de datos, habrían borrado la línea que separa lo físico de lo digital. En esas condiciones, ventajas tradicionales como la escala o el route-to-market perderían relevancia y las industrias se harían más permeables a la disrupción por parte de nuevos jugadores.
Si bien lo anterior es muy cierto, la digitalización puede también ser una gran oportunidad para los incumbentes. Quienes prioricen genuinamente la transformación digital de sus procesos de punta a punta, podrán apalancar su alcance geográfico y la amplitud de su matriz de proveedores logrando reaccionar mejor y más rápido que nadie a los shocks que de seguro seguiremos experimentando. Lo anterior, sumado a mayores incentivos para la inversión portuaria en mercados relevantes como Estados Unidos, ayudarán a que las necesidades no solo de los compradores finales sino de todos los participantes de la cadena, se vean satisfechas.