Entre la educación y la propaganda: el debate curricular en Chile
Se suelen leer columnas escritas por todo tipo de autores planteando que la solución a muchos de los problemas que enfrenta Chile radica en la construcción de capital humano. El protagonismo que se le ha dado a la inteligencia artificial en debates relacionados con el futuro del trabajo, solo acentúa la relevancia de profundizar las habilidades de los individuos. Por eso, promover que personas bien formadas desarrollen sus carreras en Chile e incentivar adecuadamente el desempeño de nuestros educadores, resulta extraordinariamente importante para el futuro de nuestro país. En el contexto de un Chile que reconoce brechas en la calidad de su educación y que aspira al desarrollo, el Ministro de Educación ha propuesto una “actualización” de las bases curriculares para la educación de nuestros niños. Tratándose del primer Ministro de Educación en la historia de Chile que milita en el Partido Comunista y conociendo la forma en que se ha utilizado la educación para difundir la ideología comunista en Rusia, China, Cuba, Vietnam y Corea del Norte, se nos deberían encender algunas alarmas y plantearnos, al menos, dos preguntas:
¿Cómo entender la inspiración comunista?
El Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Karl Marx y Friedrich Engels, y publicado en 1848, describe una sociedad dividida entre proletarios y burgueses, donde los primeros son explotados y oprimidos por los últimos. Este entendimiento binario, tribal y antagónico de la sociedad, niega el concepto de individuo, hace invisibles sus competencias personales e imposibilita la colaboración. Según el texto, los objetivos del comunismo (la dictadura del proletariado) “solo pueden lograrse por la subversión violenta de todo el orden social existente”. Al no reconocerse competencias, la justicia de la clase oprimida solo se alcanzaría al imponer, por la fuerza, un nuevo orden. Marx y Engels no tenían en 1848 la información que tenemos nosotros hoy: su modelo se llevó a la práctica desencadenando los genocidios más grandes de los que la humanidad ha sido testigo. Si bien el Partido Comunista de Chile se autodenomina un defensor de la democracia, en su programa declaran creer “que los contenidos esenciales del pensamiento de Marx, Engels y Lenin mantienen plena vigencia y sustentan nuestras (sus) definiciones ideológicas”.
¿Qué adecuaciones incluye la actualización curricular pretendida por el Ministro Cataldo?
En la asignatura de Historia para sexto básico, se propone analizar el pasado reciente de Chile bajo el prisma “de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos y de las transformaciones económicas y políticas estructurales ocurridas durante el periodo de Dictadura Militar, comprometiéndose con los derechos humanos, con el resguardo de los avances en materia de justicia, verdad, reparación”. Para primero medio, se sugiere discutir el “modelo económico extractivista en Chile” a partir del siglo XIX y adoptar “una posición ética sobre su repercusión social y ambiental”. En Música, se recomienda explorar manifestaciones musicales “con temas socialmente relevantes, como derechos humanos, género y medioambiente, participando activamente en la construcción de comunidades justas, solidarias e inclusivas”. En Arte, se plantea apreciar la expresión artística “como espacio de reconocimiento y valoración de la diversidad, los derechos humanos y la memoria”.
¿Son estos los temas clave que deben discutirse en la sala de clases para impulsar el desarrollo del capital humano en Chile, desde la etapa escolar? Pienso que no. Centrar la discusión de la historia de Chile en los años de mayor polarización que hemos vivido, contribuirá a conservar y acentuar nuestras diferencias. Calificar el desarrollo económico de nuestro país como uno meramente extractivista, es una simplificación excesiva que da pie a que se contrapongan el progreso y la sustentabilidad. Orientar el estudio de manifestaciones musicales y artísticas a temas que son motivo de división entre los chilenos, no ayuda a que los alumnos exploren y aprendan libres de nuestros propios sesgos. El desafío que nos debe inspirar es dar a los estudiantes chilenos herramientas para ser más creativos, innovadores y competitivos. No llevarlos a perpetuar las diferencias políticas e ideológicas que arrastramos hace décadas.
El Ministerio de Educación cuenta, en general, con profesionales competentes y seguramente las nuevas bases curriculares contienen elementos técnicamente valiosos. Pero también parece buscarse instalar que en Chile se ha oprimido a determinados grupos y que a éstos se les debe una reivindicación. Esta no es una retórica nueva; en los últimos años hemos escuchado frecuentemente discursos en que se separa a los chilenos en grupos, alimentando una lógica de bandos antagónicos donde uno es visto como oprimido y el otro como opresor: trabajadores y empresarios, mujeres y hombres, pueblos originarios y “winkas”, homosexuales y heterosexuales, inmigrantes y chilenos. Evidentemente hay casos puntuales en que miembros de un determinado grupo han sido discriminados o abusados por otros. Se trata de actos inaceptables que deben ser condenados y corregidos, pero utilizarlos para etiquetar a los miembros de una comunidad, eternizar sus diferencias y construir ánimos revanchistas, atenta contra nuestra condición de individuos e impide la cooperación. El Partido Comunista tiene derecho, de más está decirlo, a expresar su deseo reivindicatorio. Pero instalar en nuestros niños la idea de que la sociedad se divide en oprimidos y opresores, es algo que no deberíamos estar dispuestos a aceptar.
Chile es el lugar donde 19 millones de individuos libres y maravillosos se encuentran, dialogan y se complementan. No necesitamos la definición artificial de “parcelas” que nos dividan sino identificar causas que nos unan. Hagamos que la causa más importante que nos convoque a todos sea un genuino impulso a la calidad de la educación a través de metodologías pedagógicas más estimulantes y colaborativas, y de docentes adecuadamente incentivados.