Quién paga la cuenta: una mirada cívica al sistema tributario chileno
Esta mañana Diario Financiero publica que, de acuerdo con los datos de la Operación Renta 2025, más de 8 millones de personas quedaron exentas de pagar impuesto a la renta por los ingresos percibidos en 2024. Eso equivale al 72,3% de la base de quienes declaran ante el SII. Lo anterior, sin considerar que, además, el 26% de nuestra economía opera desde la informalidad.
La discusión técnica sobre ampliar la base es conocida. Pero creo que hay un ángulo que se aborda con menos frecuencia y que tiene una gran importancia: la dimensión cívica de pagar impuestos.
Cuando estudié en Estados Unidos, tuve el privilegio de ser seleccionado como ayudante en dos cursos. Era mucho trabajo, pero el ingreso adicional me permitió financiar parte de mis estudios. Por recibir ese dinero, tuve que sacar un Social Security Number y “file my taxes” como hacen todas las familias norteamericanas cada año. Mis ingresos eran bajos, pero aun así debía pagar un 10% de impuesto federal en el primer tramo. Presentar mi declaración fue una experiencia formativa: me hizo parte del grupo de personas que, con esfuerzo, financiaba los servicios que todos utilizábamos.
En medio de la discusión presupuestaria que estamos viviendo en Chile, vale la pena repasar algunos conceptos básicos. El Estado gasta 82 billones de pesos al año. Como cualquier familia, ese gasto se financia con ingresos y, lamentablemente, en nuestro caso también con deuda. ¿De dónde proviene ese dinero? No de Codelco, tampoco del litio. Solo para tener una referencia: Codelco aportó en 2024 el 2,0% de los ingresos fiscales y el litio apenas el 0,9%. En cambio, el 81,3% de los ingresos del fisco provino de impuestos, de todo tipo. En resumen: lo financiamos nosotros. Todos. De forma directa o indirecta.
Sin embargo, un 72,3% de los potenciales contribuyentes que están en la base del SII, no participa del esfuerzo recaudatorio con su renta anual. Esa realidad plantea dos preguntas: una económica —sobre la sostenibilidad de un esquema donde pocos cargan con un alto porcentaje de lo recaudado— y otra cívica —sobre el vínculo entre vivir en Chile y ser conscientes de quién paga la cuenta.
La OCDE nos ha advertido acerca de lo frágil de nuestra estructura tributaria. Pero más allá de la lo técnico, hay algo valioso en declarar y pagar impuestos: mirar nuestros ingresos, entender cuánto aportamos, y tomar conciencia de que la infraestructura, los sueldos de las autoridades y los intereses de la creciente deuda pública, se pagan con un porcentaje del esfuerzo que hacemos todos los días.
Porque el Estado —cualquiera sea el color político del gobierno de turno— trabaja para nosotros. Elegimos a nuestras autoridades cada cuatro años y pagamos sus sueldos. Tomar conciencia de que una fracción de nuestro trabajo va a financiar el gasto público no solo es cumplir con la ley; fortalece nuestra capacidad de exigir eficiencia, honestidad y rendición de cuentas. Es el Estado el que depende de nosotros, no al revés.